Había una vez... El cuento mágico comienza. Atrapa. Inspira. Enseña. Y
termina. El “fin” está muy cerca. La historia de Violetta recorre sus
últimos capítulos y Córdoba es testigo de ello. Tini Stoessel y el
maravilloso mundo de Disney se adueñaron del Orfeo y entregan, desde
ayer y hasta hoy, un show calculado y sincero. Y no es peyorativo. Al
contrario.
El espectáculo es pura empatía. Violetta es la princesa que todas
sueñan ser y el anhelo de todo fabricante de baterías para celular:
finita y con energía inagotable. Sus delicadas piernas aguantan sin
problemas el peso específico de su personaje y su ángel le permite
llegar rápido al corazón de sus entusiastas seguidores. Pero no está
sola. Y cada integrante de la serie televisiva (que claramente superó la
pantalla chica) tiene su momento para lucirse con las canciones que
fueron apareciendo a lo largo de los tres años de desarrollo de este
producto.
En poco más de 100 minutos, el show pasa sin fisuras, con una
precisión informática. Coreografías, luces, pantalla, rayos, colores,
humo, fuego y papelitos alusivos rodean lo que ocurre en el escenario.
A tono. Los cambios de vestuario en el escenario son
generosos. Pero los atuendos con los que van emperifolladas las fans de
Violetta también merecen ser destacados. Zapatillas, medias cancán,
minis, remeritas, vinchas, sombreros, brillitos, trencitas, pulseritas,
collares. Todo calza a la perfección y cada mamá, abuela, tía, madrina o
hermana mayor que acompaña se empecina en lograr que su pequeña
acompañante sea la más destacada.
De vez en cuando, se ve también a algún papá, abuelo, tío, padrino o
hermano mayor que le pone una esforzada sonrisa a la situación. Pero
sólo es cuestión de mirar cómo disfrutan esas criaturas para saber que
vale la pena semejante “esfuerzo”.
Adiós. Violetta habla y agradece. Remarca sus
palabras favoritas: gracias, perdón y por favor. Y cuenta: “Estoy triste
porque esto se acaba. Fueron tres años de puro amor y alegría”. Y
rememora: “Cuando era chiquita, me encantaba pintarme y usar los zapatos
de tacos altos de mi mamá. Pasaba horas y horas bailando. Luchen por
sus sueños; eso es lo más importante”.
Martina Stoessel se despide de Córdoba, despidiendo a Violetta. El
personaje que la hizo saltar a la fama cumplió su ciclo y una nueva
etapa en su carrera se iniciará. Las despedidas nunca son sencillas.
Pero, como dijo Cerati, poder decir adiós es crecer.
Violetta y su fórmula del éxito
El show no tiene un
hilo conductor. Pero las canciones son sumamente pegadizas. Algunas, con
mucha fuerza y muy bien vestidas por las acrobáticas coreografías.
Otras, más sensibles, sencillas y con el objeto de llegar al
sentimiento.
25 temas suben y bajan las pulsaciones para llegar a un final en el
que Tini Stoessel despliega todo su talento para transformase en ese
tipo de princesas que son marca registrada de la industria que creó el
viejo Walt durante la época dorada de la animación. Vestida a tono,
cerró con la canción Libre Soy, de la película Frozen.
Violetta dice adiós. Y de la mejor manera. Y todos se van conformes.
Las despedidas pueden ser dulces. Al menos, en el maravilloso mundo de
Disney.
Fuente: dia a dia
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